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miércoles, 19 de noviembre de 2008

La Política de la Extinción - (2da Parte)



Por Paul Watson

MEMORIAS CORTAS

L@s humanos civilizad@s han estado caminando sobre la superficie de la tierra durante diez mil años, dejando desiertos tras sus pisadas. Debido a que tenemos una memoria tan corta, hemos olvidado la maravilla y el esplendor de una naturaleza virgen. Revisamos la historia y la hacemos encajar en nuestras percepciones actuales.
Por ejemplo, ¿sabías que hace sólo dos mil años, la costa del Norte de África era un vasto bosque? L@s Fenici@s y l@s Cartagineses construyeron poderosos barcos con las fuertes maderas de la región. Roma era una importante exportadora de madera a Europa. El templo de Jerusalén se construyó con titánicos troncos de cedro, cuya imagen adorna la bandera de Líbano hoy. Jesucristo no vivió en un desierto, era un hombre del bosque. Es bien conocido que los Sumerios clarearon los bosques de Mesopotamia para la agricultura.
Pero la destrucción de la franja costera de los bosques del Norte de África impidió que la lluvia avanzara al interior. Sin la lluvia los árboles murieron, y de este modo nació el amplio desierto del Sahara, engendrado por el hombre y que continúa creciendo hacia el sur a un ritmo de diez millas por año, avanzando a lo largo del continente de África.
Y así ocurrirá en Brasil. Las precipitaciones del Atlántico descargan en la selva costera y son absorbidas y enviadas de nuevo al cielo por los árboles, cayendo luego al interior. Doce veces cae la humedad y doce veces es devuelta al cielo – a lo largo de las montañas de los Andes. Destruir la franja costera y desertificar la Amazonia – es tan simple como eso. Crear una franja en cualquier parte entre la costa y las montañas hará que las lluvias se detengan. Lo hemos hecho antes, siendo relativamente primitivos. No hemos aprendido nada. Lo hemos olvidado.
Así, también hemos olvidado que la morsa en un tiempo se apareaba y criaba a lo largo de la costa de Nueva Escocia, que en un tiempo sesenta millones de bisontes deambulaban en las llanuras de Norte América. Hace cien años, el oso blanco vagaba por los bosques de Nueva Inglaterra y las provincias marítimas Canadienses. Ahora se le llama oso polar porque es donde tiene ahora su último reducto.

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